Insectos ópticos.

Hay una mancha en la pared, una mancha que cuando observo de reojo recorre la pared a su antojo. Disfruto de esa ilusión óptica que a pesar de conocer, siempre me sigue sorprendiendo e inevitablemente volteo a ver y la encuentro fija en su lugar. Se expande horizontalmente, como si unas hormigas hubieran decidido competir por ella y la jalaron por los lados hasta darse por vencidas, no es uniforme ni es una mancha común, es una mancha insecto, una mancha fantasma, es la mancha que refuerza la noción de mis ojos imperfectos. Entonces, sin tanto pensarlo, recuerdo los tuyos y que son como los míos, tan humanos. Pero su humanidad es mucho mayor y su tristeza indescifrable, y los quiero para mí. Los quiero llevar en mi bolso y sacarlos mientras espero un autobús, ponerlos entre las páginas de mi libro o de mi libreta y tener una lupa para poder verlos de cerca. Observarlos de reojo y que se muevan como insectos a través de las letras. Quiero tus ojos como la mancha permanente de mi pared. Pero los prefiero en tu cara y prefiero que las letras que yo escribo no importen tanto porque siempre habrá palabras que fluyan de tu boca a mi oído. Tal vez con el tiempo pueda descifrar la tristeza de tus ojos casi negros y de tu mirada de espejo.